Hace tiempo que estás haciendo dieta y ejercicio pero no logras alcanzar el peso deseado.
Has variado la alimentación y cambiado la rutina en el gimnasio, eliminado muchos alimentos considerados “negativos” y sigues al pie de la letra las indicaciones del médico y del entrenador. Entonces, ¿cuál es el problema?
Quizás estés llevando a cabo algunos hábitos que engordan y no lo sabías. ¡Aquí te los contamos para que los evites!
Malos hábitos que no te dejan adelgazar
Dejemos de lado por un instante la dieta y el ejercicio. Supongamos que cumples con ambos, así que ese no es tema de discusión. No obstante, hay otras rutinas que haces a diario que no te están permitiendo llegar al objetivo.
Presta atención a las posibles causas:
No saber las Calorias ingeridas
Es cierto que no podemos pasarnos todo el día leyendo etiquetas y haciendo cuentas con la calculadora, pero el hecho de no conocer siquiera el aproximado de calorías que se añaden en cada ingesta puede ser peligroso.
Lo bueno es que en la actualidad hay aplicaciones móviles que te ayudansobremanera. Solo tienes que colocar el platillo y la ración y listo. Al finalizar el día te dirá cuánto has consumido.
Puedes incluso ir viendo las sumas intermedias para saber en qué momento has sobrepasado lo aconsejable.
Comer solo y distraídoMirar la televisión mientras cenamos es una muy mala idea, porque el cerebro no tiene la capacidad de indicar cuándo el estómago está satisfecho. Lo mismo sucede si leemos el periódico o un libro.
En lo posible, debemos alejarnos de esas distracciones a la hora de la comida.
Por otra parte, hay estudios que indican que comer en familia o con amigos hace que consumamos menos alimentos. Esto es así porque en el encuentro se establecen conexiones emocionales y se es más consciente de lo que se ingiere.
Aunque es verdad que en ciertas ocasiones especiales hay demasiada comida y nos excedemos, lo cierto es que comer en casa con la familia es bueno para tu salud.
Consumir todo bajas calorías
Vas al supermercado y eliges todo lo que tenga etiqueta verde y diga “0%”,“light” o “sin grasas”. Quizás eso sea lo que está evitando que adelgaces.
Según un estudio de la Universidad de Cornell, las personas que consumen productos “de dieta” ingieren casi un 30% más de caloríasque si escogieran productos normales o regulares.
En la mayoría de estos alimentos la grasa se remplaza por azúcar o por aditivos químicos. Así, es mejor una pequeña ración de un alimento “común” que varias de uno “dietético”.
Comer en platos grandes
Nos dicen que podemos consumir un plato de pastas en el itinerario de la dieta. Si no se nos indica la cantidad de esa comida… ¡podemos hacer trampa!
Claro, porque si en casa tienes unos platos gigantes comerás más que si la vajilla es mediana o pequeña.
Además, está comprobado que uno suele comer todo lo que hay en el plato, porque así nos han criado o es de buena educación. Entonces, si el recipiente es grande, comerás más.
Lo mismo se aplica a los tamaños de las porciones en los restaurantes o locales de comida rápida.
Por ejemplo, en Estados Unidos el combo más pequeño de hamburguesa y patatas fritas es el más grande que se ofrece en Francia. Ya sabrás quienes sufren más de obesidad.
Dormir poco (o mal)
El insomnio y el estrés son los peores amigos de las dietas. Cuánto menos duermas, más comerás. No solo porque permanecerás más tiempo despierto (y puedes atacar la nevera más veces), sino porque el cuerpo necesita el descanso para restablecerse y recuperarse de lo hecho en el día.
Y aún otra cosa interesante: el metabolismo energético y la producción de ciertas hormonas relacionadas al sueño y la vigilia pueden ser los culpables de que tengas hambre todo el tiempo.
No desayunar
Saltearse el desayuno no es para nada bueno. En primer lugar, porque el cuerpo precisa energías desde que se levanta para poder llevar a cabo todas sus actividades (como un coche necesita el combustible) y, además, porque de esta manera estás incentivando al estómago a pedir comida a cada rato.
Haz la prueba de desayunar bien antes de salir de casa y te darás cuenta de que hasta el mediodía no sentirás apetito.
No es recomendable tampoco comer unas frutas y un vaso de zumo y salir rápido para el trabajo. El desayuno bien constituido ha de estar compuesto por:
Una taza de cualquier infusión (té, café)
Una ración de hidratos (galletas, tostadas)
Lácteos, cereales y frutas.
Si no crees que puedas comer todo eso puedes ir añadiéndolo de a poco.
No planificar la comida
Si estás yendo al nutricionista y te ha armado un menú semanal, ¡enhorabuena! Sin embargo, muchas veces hacemos dieta por nuestros propios medios (o queremos comer de forma más saludable) y no organizamos las ingestas.
Es entonces cuando comienzan los desequilibrios. Un día no tenemos los ingredientes y comemos cualquier cosa, otro las energías no nos dejan cocinar y pedimos comida a domicilio… y así es como nunca podemos bajar de peso.
Prepara la comida para varios días y ponla en el congelador. No cocines sobre la hora y ten a disposición diferentes ingredientes naturales.
A su vez, es importante que varíes el menú para no aburrirte y para que el cuerpo no se acostumbre. Si comes un platillo diferente al día el organismo tendrá que trabajar más para aprovechar cada uno de los componentes.
Y, por último, cuando vayas a hacer la compra lleva la lista y cúmplela al dedillo. ¡No te dejes llevar por la tentación de lo que engorda!
No hay comentarios:
Publicar un comentario