Tras el nefasto siglo XX, según el calendario oficial occidental, en el que la gente normal fuimos engañados para matarnos entre nosotros por centenares de millones, el objetivo ahora es que nos matemos entre nosotros por miles de millones.
En el nuevo orde mundial las personas tienen que estar lo mas controlada posible. Para ello, es necesario trabajar con anticipación en la separación de los seres humanos, y el deterioro cronico en sus relaciones sociales, especialmente entre hombres y mujeres. Una población unida viviendo en amor, es una población libre y fuerte. En el Nuevo orden mundial, debemos ser una población controlada, esclava y deprimida. Y como dijimos, eso no puede ser posible si antes no nos aislan entre nosotros mismos.
El aislamiento social se está convirtiendo en una epidemia: cada vez se reconocen más sus nefastas consecuencias a nivel físico, mental y emocional. Desde los años ochenta, el porcentaje de estadounidenses adultos que dicen estar solos se ha duplicado de 20 a 40 por ciento.
Hoy, cerca de un tercio de los estadounidenses mayores de 65 años viven solos, así como la mitad de aquellos mayores de 85. Es más probable que las personas con problemas de salud (en especial aquellos con trastornos como ansiedad y depresión) se sientan solos. Es menos probable que quienes carecen de estudios universitarios cuenten con alguien para hablar de asuntos personales importantes.
Varias investigaciones nuevas sugieren que estar socialmente aislados es malo para nosotros. Las personas con menos conexiones sociales presentan patrones de sueño discontinuos, alteraciones del sistema inmunitario, más inflamación y niveles más altos de las hormonas relacionadas con el estrés. Un estudio reciente reveló que el aislamiento aumenta el riesgo de cardiopatías en un 29 por ciento y de infarto en un 32 por ciento.
La evidencia del aislamiento social es clara. Qué hacer al respecto no lo es tanto.
La soledad es un problema en especial engañoso porque aceptar y hablar de nuestra soledad conlleva una profunda estigmatización. Admitir que estamos solos puede sentirse como aceptar que hemos fallado en los terrenos fundamentales de la vida: la pertenencia, el amor, el apego. Va en contra del instinto básico de mantener nuestra reputación, y hace que pedir ayuda sea difícil.
Una gran paradoja de nuestra era digital interconectada es que, al parecer, nos estamos alejando. Sin embargo, las investigaciones confirman nuestra más profunda intuición: la conexión humana está en el centro del bienestar humano. Depende de todos nosotros (médicos, pacientes, vecinos y comunidad) mantener los vínculos ahí donde se están desdibujando, y crear nuevos donde nunca han existido.
O sea, la tecnología, sobre todo está mierda de celulares nos tienen totalmente distaciados, ni nos hablamos y mucho menos nos visitamos.
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