domingo, 29 de octubre de 2017

El Karma es un Juego Arreglado – La Influencia Arcóntica en el Orden Social



El “karma”, es decir, el mecanismo de causa y efecto en el comportamiento humano.

Si no fuere un desafío lo bastante difícil, interpretaré algunos pasajes del Apocrifón de Juan, un texto que presenta material sobre los Arcontes, único en el corpus de escrituras gnósticas.
Mi objetivo es mostrar que los gnósticos tenían una visión extremadamente sofisticada del auto-engaño humano, sobre todo en cuanto a moralidad y responsabilidad.

La palabra sánscrita karma significa simplemente “acción”, pero más exactamente “activación”, el modo en que una acción conduce a otra en una reacción en cadena, en que cada acto en la cadena activa al siguiente.

El hinduísmo y el budismo se refieren a la “ley del karma” como si fuese una fórmula obligatoria de alguna manera implementada por autoridades cósmicas, o quizás debido a una cerrada repetición de intercambios de energía en el universo.

De acuerdo a la definición habitual, la ley del karma asegura que cada acto retornará finalmente a su hechor de un modo equivalente.

El bien retornará con algo bueno; el mal con algo malo. La ley funciona a través de todos los acontecimientos en el curso de la vida, un proceso aparentemente inexorable del destino, y se extiende más allá de los límites de la mortalidad. Las condiciones sufridas o disfrutadas en esta vida son debidas a acciones en una vida anterior.

El karma es a veces llamado “la ley moral de causa y efecto”.

Se la supone establecida para animar a hacer buenas obras, hechos afectuosos, y para apartarse de las acciones malas, dañinas y destructivas. La formulación cristiana es “lo que usted siembra, aquello usted cosecha”.

Sin Retribución

La función compensadora del karma es a veces llamada la retribución kármica, es decir, un reembolso.

Una persona que hace daño a otros sufrirá el justo castigo, sufriendo daño a su vez, etc. En el hinduísmo y el budismo, las enseñanzas sobre el karma son inseparables de la hipótesis de la reencarnación.

¿Por qué? Generalmente se cree que el karma debe actuar a través del tiempo, abarcando muchas vidas, porque es un principio universal.

Éste es un elevado concepto de la moralidad, en verdad. Implica que cualquier acción emprendida por una persona cuando está viva tendrá repercusiones y ramificaciones después de que ella muera, y finalmente rebotará sobre el hechor que ha nacido de nuevo, para bien o mal.

De esta manera, hay un poder aleccionador de largo plazo en la doctrina del karma.

La tibetana Rueda de la Vida, ilustrando la rotonda kármica de los tres venenos, los seis reinos y los doce eslabones (nidanas) en la cadena de renacimientos.

Un dispositivo de profunda enseñanza psicológica, quizás, pero ¿realmente representa las leyes que actúan en la moralidad humana, equivalentes a las leyes de la Naturaleza?

En otras palabras, ¿es este diseño un cuadro verificable de reacciones en cadena que ocurren mecánicamente en el comportamiento humano, o es sólo una estratagema, un modelo útil para leer el comportamiento?

¿Representa esto cómo realmente actúa el comportamiento, o simplemente presenta un esquema para interpretarlo?

La reencarnación misma es un asunto complicado.

La veracidad de la retribución kármica depende de si se asume que las vidas sucesivas realmente demuestran un patrón de causa y efecto. Esta premisa puede ser imposible de verificar, dejando a la ley del karma incierta sobre algo que permanece no demostrado, si es que no improbable. Sin embargo, hay un modo simple de explicar por qué se invoca la reencarnación cuando la doctrina del karma es promulgada.

En la realidad normal, el karma no es demostrable. No coincide con los hechos de la realidad. Es no-intuitivo y no-evidencial, no apoyado por los hechos de la experiencia humana.

El karma desafía el sentido común y choca bruscamente contra lo obvio.

En los asuntos humanos, es indiscutible que la gente frecuentemente hace daño sin que reciba un daño a cambio, y las buenas acciones suelen no ser recompensadas, o, como un cínico dijo, “ninguna buena acción queda sin castigo”.

La gente buena sufre daños atroces. La gente mala se sale con la suya. El engaño es desenfrenado y muy frecuentemente nunca expuesto. De ser expuesto, no es castigado. A los perpetradores casi nunca se les piden cuentas. Hay muy poca justicia en la realidad humana.

Éste es un hecho claro y brutal de la vida que debe ser ignorado por un acto consciente de negación.

La evidencia desnuda de la experiencia hace obvio que la compensación kármica es puro cuento (bullshit). La gente de vez en cuando consigue lo que merece, por supuesto. Y es más satisfactorio cuando esto sucede. Muchísimas películas de Hollywood basan su atractivo sobre esta perspectiva. Pero por regla general, ése ciertamente no es el caso, y no es algo con lo que se debe contar.

Actos horribles ocurren sin que el autor sea conocido o hecho responsable. Los que llegan a ser conocidos y se demuestra que son culpables de actos atroces a menudo andan en libertad. Ellos hacen alarde de la impunidad. Esta situación es difícil de aceptar, pero sin embargo la evidencia está en todas partes en el ordenamiento social, en la política, en los asuntos íntimos y familiares.

Aquellos que cometen hechos malos raramente reciben lo mismo a cambio, aunque eso pueda suceder en situaciones específicas de guerras de pandillas o enemistades de la Mafia.

En tales casos, sin embargo, no resulta necesario suponer que funciona una enorme ley impersonal del karma. La gente toma venganza o ejerce la violencia recíproca. Ninguna ley cósmica se requiere allí.

De allí la referencia a la reencarnación:

si no puedo mostrarle cómo la acción hiriente de una persona es compensada con un daño equivalente hecho a aquella persona, porque no es evidente en el curso de los asuntos humanos, entonces volveré fácilmente al escenario de las vidas sucesivas:

El tal por cual no recibe su merecido en esta vida; bien, pero lo recibirá después, puede estar seguro de ello.

La reencarnación, que no puede ser demostrada, es invocada para apuntalar una premisa que es rotundamente refutada por los hechos de la vida.

Este es un ejemplo de lo que los existencialistas llaman mauvaise foi, mala fe, es decir, creer o pretender creer algo que usted sabe que no es verdadero, para alguna segunda intención, a modo de consuelo o sentido de la justicia, o simplemente por una completa incapacidad para aceptar la amarga verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario