El científico José Luis Cordeiro, “sabio” de nuestros días, uno de los cerebritos al servicio de las élites, asesor en energía de la Singularity University de la NASA en Silicon Valley, se expresaba así en una conferencia de Forbes:“… lo que vamos a ver en los próximos veinte años va a ser mucho más increíble que lo que hemos visto en los últimos dos siglos. De hecho, va a ser más increíble que lo que hemos visto en los últimos dos milenios. No hemos visto nada de lo que viene, […] un tsunami tecnológico que va a cambiar a la humanidad. Al paso que vamos, entre el año 2029 a 2045 vamos a tener computadoras que tienen más transistores que número de neuronas nuestros cerebros. Y ese será el inicio de la “singularidad tecnológica”. Y para que no puedan dormir esta noche, ese será el fin de la edad humana. Porque cuando tengamos una inteligencia artificial superior a la nuestra, esa será la última invención que haremos los humanos no modificados. No modificados, porque nos vamos a modificar y nos vamos a complementar con esta tecnología. Y ahí se iniciará la edad posthumana, de humanos mejorados”.
Presume el científico de contribuir a exterminar la raza humana y convertirla en una humanidad máquina. Dice que igual que hemos descodificado el genoma vamos a descifrar el “conectoma”, es decir, las conexiones del cerebro. Uno de los retos para los próximos veinte años es conseguir que un ordenador y un teléfono móvil tengan más transistores que neuronas tiene un cerebro humano, la estructura más compleja del universo, por ahora.
Comprendo que este artículo puede resultar inquietante para muchas personas, y para otras, demasiado largo. No pretendo que sea viral; si eso fuera, optaría por escribir textos cortos con titulares sensacionalistas, los tan de moda clickbait, pero no es el caso. Hecha esta aclaración, vamos con los fundamentos de las palabras del científico Cordeiro.
En estos tiempos convulsos es importante no dejarse engañar. El plan de digitalización financiado por la Unión Europea y los gobiernos respectivos de cada país no es algo inocente, producto del progreso y para nuestra comodidad. Lo que nos cuentan las empresas de tecnología y nanotecnología o las instituciones del Estado, es solo la punta del iceberg que, a priori, no debería ser motivo de preocupación, salvo el inconveniente que supone para las personas mayores tener que adaptarse a lo nuevo. Sin embargo, esto es solo la parte visible de un proyecto de ámbito global mucho más ambicioso, en el peor de los sentidos. No sé si podremos frenarlo o minimizarlo, pero sí concienciarnos de lo que esto supone para nuestras vidas. Están tratando de controlar a la sociedad, pero no solo con normas y leyes asfixiantes e injustas relacionadas con la restricción de libertades, con multas por incumplimiento al estilo de los regímenes comunistas del pasado y de la actual China, sino del dominio de nuestras mentes.
Los amos del mundo están dando pasos de gigante, en cuanto a la utilización de la tecnología y ellos mismos reconocen a través de sus portavoces que esta humanidad está a punto de dejar de existir para dar paso al hombre del transhumanismo, es decir, lo que han definido como “el fin de la era humana”.
Pero para crear la “nueva humanidad” que nos anuncian los científicos del MIT es imprescindible el llamado internet de las cosas, tan aplaudido por frívolos y esnobs, conocedores solo de la información de los políticos, y los técnicos y funcionarios a su servicio. La nueva humanidad se sustancia en un ser humano “cosificado”, para lo cual es imprescindible las redes 4G, 5G y las siguientes, más el óxido de grafeno como interface que conectará a la humanidad con la nube, es decir, la inteligencia artificial. Comprendo que esto suene a guion de película futurista, pero es la descripción de la nueva realidad incipiente, y no precisamente virtual o de metaverso, sino de la que duele de verdad. Soy consciente de que las palabras vacuna-grafeno-cerebro-campos electromagnéticos-inteligencia artificial son etiquetas difíciles de relacionar e integrar en un solo concepto: CONTROL TOTAL de nuestra mente. Es la parte más difícil de entender de toda esta trama satánica que nos aprisiona. Es lo que me dicen algunos lectores y allegados. Por eso pretendo desmenuzar la idea en este largo artículo.
Aunque no dudan en poner al descubierto muchos de sus planes siniestros, con la intención de que nos enteremos, por otro lado, les molesta que conozcamos los pormenores. Por eso no permiten que se publique la abundante documentación de investigaciones independientes sobre los campos electromagnéticos y su nocividad para la salud y el futuro del planeta, pues no solo afectará a la vida en general, sino a la frecuencia Schumann, de consecuencias imprevisibles. Por eso no permiten que relacionemos las frecuencias del electromagnetismo con la enfermedad llamada covid, causa coadyuvante de una buena parte de la mortandad. Y por eso no permiten que se hable del grafeno como potenciador de la capacidad eléctrica de las neuronas, y su relación con todo el escenario covidiano, responsable además de los miles de muertes postvacuna.
La Industria 4.0 o Cuarta revolución industrial no se refieren exclusivamente a las máquinas, sino que afecta a los seres humanos como especie, y aquí radica el quid de todo. No se trata de manipular la conducta humana, sino de cambiar su esencia evolutiva y comportamiento, introduciendo en sus cuerpos nanopartículas reguladas desde el exterior para amplificar los estímulos cerebrales, implantar pensamientos y sucesos no vividos, borrar recuerdos o creencias y crear estados de ánimo que pueden fluctuar entre la agresividad y el miedo, la tristeza y la euforia, incluso la incitación al suicidio y al asesinato. (Sospechamos que los casos de francotiradores espontáneos que irrumpen en colegios o centros comerciales se deben a experimentos de control remoto de estos grupos siniestros). Se trata de crear híbridos, hombres-máquina, emisores-receptores, teledirigidos por la inteligencia artificial, con códigos identificables y obsolescencia programada, o sea, fecha de caducidad. Sobre esto ya hace tiempo que los psicópatas dirigentes se vienen pronunciando.
La triste realidad es que todo esto no es más que el cumplimiento de las palabras que los nuevos profetas, como Sebastián Piñera, Boris Johnson, Barack Obama, Elon Musk o Rafael Yuste –por citar a los más conocidos— nos anunciaron en forma de gran “avance”.
Volvemos a recordar las palabras del expresidente de Chile, Sebastián Piñera, cuando aún era el inquilino del Palacio de la Moneda, en la presentación de la licitación de la red 5G, acompañado de la ministra de Transportes, Comunicaciones y Ciencia:
“… es la posibilidad de que las máquinas puedan leer nuestro pensamiento, e incluso puedan insertar pensamientos, insertar sentimientos. Algunos dicen que la mejor forma de predecir el futuro es inventándolo. Bueno…eso es a lo que todos aspiramos. La 5G es un tremendo salto adelante, es un salto cósmico, copernicano, porque realmente lo que va a significar la tecnología 5G es un cambio aún mayor en nuestras vidas que lo que han significado todas las tecnologías anteriores en esta materia: la posibilidad de que las máquinas puedan leer nuestros pensamientos e incluso puedan insertar pensamientos, insertar sentimientos… Y eso nos va a cambiar la vida y va a transformarse la 5G en el verdadero sistema nervioso de nuestra sociedad…”.
El primer ministro británico Boris Johnson se expresa en términos similares, regocijándose en la gran red que nos transformará en colmena, sin individualidad, con un alma grupal que ni siquiera obedecerá a instintos naturales, sino a caprichos diseñados e impulsados desde el exterior. Pero de nada de esto se informa en los medios de manera clara.
Llegados a este punto, me veo en la obligación de ir a atrás en el tiempo y volver a recordar al neurofisiólogo español José Rodríguez Delgado y sus investigaciones en la escuela de medicina de la Universidad de Yale (EE.UU.), hace más de cincuenta años, financiados por la Oficina de Inteligencia Naval de Estados Unidos (ONI). Lo cité por primera vez en 1998 y en varias oportunidades desde marzo de 2020. Gracias a sus investigaciones y al conocimiento de otros proyectos secretos, que fueron desclasificadas después, puedo entender el escenario en el que nos movemos, así como las pretensiones de control del ser humano por parte de los señores del NOM.
Rodríguez Delgado experimentaba con el control remoto de la conducta en animales mediante minúsculos electrodos de su creación, denominados estimorreceptores, que colocaba en el cerebro de gatos, monos e incluso toros bravos, para ser dirigidos a distancia mediante radiofrecuencias. Con este método, Delgado hizo frenar en seco a un toro que ya estaba embistiendo, accionando un botón de un pequeño aparato que él tenía en su mano. Él pensaba –y estaba en lo cierto— que esta técnica podía ser de gran utilidad en un futuro para controlar a las masas. Corría el año 1964.
Delgado fue muy activo en el proyecto Pandora y él mismo experimentó con cerebros humanos. Esta es una de las frases que dejó para la posteridad: “Mis experimentos apoyan la desagradable conclusión de que el movimiento, la emoción y el comportamiento pueden ser dirigidos por fuerzas eléctricas y que los humanos pueden ser controlados como robots, en un futuro, mediante botones”.
El futuro al que aludía Delgado es ahora nuestro presente, pero con técnicas mucho más avanzadas y preocupantes. Sus palabras son de rabiosa actualidad y ayudan a comprender los discursos del citado expresidente Sebastián Piñera y adláteres cuando nos hablan del control sobre los pensamientos insertados desde el exterior o los cambios de conducta y emociones en el nuevo hombre transhumano: “La radioestimulación de diferentes puntos de la amígdala y el hipocampo puede producir diferentes sensaciones, estados de ánimo o visiones”, dice Delgado. Y asienta que la energía para activar el transmisor es a través de radiofrecuencias. También trabajó con biochips en el torrente sanguíneo. Todo esto se está implantando hoy, por medio de las inoculaciones y los campos electromagnéticos.
Estos experimentos ilegales, si bien empezaron en los años 50, se mantuvieron ocultos hasta que, a mediados de los 70, el Comité Church del Senado de los Estados Unidos, denunció que algunos científicos de la CIA estaban llevando a cabo experimentos sobre la conducta humana utilizando microondas, drogas e hipnosis. En 1977, el entonces director de la Central de Inteligencia, Stansfield Turner, tuvo que declarar ante el Senado a propósito del proyecto secreto MK-Ultra. En este programa, de cuya ilegalidad no cabe ninguna duda, participaron 185 científicos de diferentes especialidades y se realizaron múltiples experimentos sobre la conducta humana, en hospitales, cárceles, universidades, institutos científicos, laboratorios, fundaciones y también en estadios deportivos y en las propias vías públicas. Entre otros proyectos cabe citar el “Control Intracerebral Radiohipnótico” (RHIC, por sus siglas en inglés) y “Disolución Electrónica de la Memoria” (EDOM, por sus siglas en inglés). Estos experimentos consistían en borrado de memoria, inserción de historias no vividas, estimulación eléctrica del cerebro, bombardeos de microondas y ultrasonidos y modificación de la conducta sexual y social. Es escalofriante que lo que hace años nos parecía ciencia ficción, nos veamos obligados a admitirlo en función de la evidencia. Es lo que nos dicen los investigadores en inteligencia artificial.
La estimulación electromagnética de las funciones cerebrales puede artificialmente inducir a una serie de sensaciones y sentimientos que van desde el miedo al placer. Las agencias de espionaje, gubernamentales y militares encontraron en los campos electromagnéticos un amplio espectro de experimentación con la mente y el cuerpo de los seres humanos. Rodríguez Delgado estuvo involucrado en todo esto y mucho más.
Conocí a Rodríguez Delgado en 1989 y siempre me pareció muy inquietante, a pesar de su modulada voz de viejo profesor; pero nunca imaginé que iba a ver sus experimentos aplicados a la raza humana. Salvador Freixedo y yo quedamos unas cuantas veces con él en la cafetería Riofrío. Delgado estaba muy interesado en conocer lo que sabíamos sobre implantes y abducciones, y quería que le presentáramos a personas “raras” que conocíamos. Salvador tenía por ese tiempo una abultada agenda de psíquicos con poderes paranormales de todo el mundo, así como de los máximos expertos en parapsicología. Siempre desconfiamos de él y éramos conscientes de que nos estaba utilizando. Pero nosotros aprovechábamos para hacerle preguntas, que nunca contestaba abiertamente. El lenguaje no verbal y sus pupilas eran mucho más explícitos. Por aquellos días estábamos muy preocupados por el HAARP. Salvador le preguntó por las antenas direccionales llamadas Howitzer y una banda que los radioaficionados llamaron WP, Woodpecker (pájaro carpintero) ya que el sonido que se captaba era un tac, tac, tac como el producido por esta ave al picar el árbol. Nosotros habíamos oído ese sonido en muchas ocasiones en Puerto Rico a través de la onda corta, mientras escuchábamos Radio Exterior de España. Muchas veces hemos recordado su cara de asombro y su palidez momentánea ante la pregunta. Pero en ese momento llegó el camarero y nos quedamos sin respuesta. No íbamos a tenerla, de todas formas. En una ocasión vino también Andreas Faber-Kaiser, que estaba de paso por Madrid preparando su libro Pacto de silencio, sobre el síndrome tóxico. Tampoco a Andreas le gustó nada el tipo. No obstante, Salvador fue generoso y recuerdo que le facilitó la dirección y el teléfono de los doctores Hans Bender y Hiroshi Motoyama, ambos grandes expertos en parapsicología.
Hace un par de años, supe que Rodríguez Delgado también había andado detrás de Jacobo Grinberg, amigo muy estimado, con quien compartíamos comidas, charlas y excursiones cuando íbamos a México, cosa que solíamos hacer cada año, en nuestro periplo por varios lugares de América. Me lo dijo el que fue mi profesor de Nutrición Celular, José Colastra, también gran amigo de Grinberg. Tenía cierta lógica, dado que Jacobo, aunque a otro nivel y con otra intención, también investigaba sobre el cerebro, la conciencia y la formación de la experiencia, conclusiones que plasmó en su “teoría sintérgica”, que explica el por qué y el cómo de los fenómenos paranormales.
Curiosamente, Jacobo Ginberg desapareció en diciembre de 1994 sin dejar rastro. Se inició una investigación policial, pero cuando habían encontrado una pista importante, el comandante Padilla fue apartado del caso, y este se cerró inexplicablemente aumentando el misterio sobre su desaparición. Algo en lo que todos los investigadores están de acuerdo es que no fue una huida voluntaria. Se especula que la CIA o el FBI pudieron haberlo asesinado, debido a lo delicado de sus investigaciones, o bien que podría estar trabajando en algún laboratorio secreto contra su voluntad. Pero solo son elucubraciones sin ningún dato objetivo, salvo el conocimiento del modus operandi de esta gente de las alturas. El enigma continúa.
Así fueron los inicios del control a través de la tecnología. Hoy, escuchando al profesor José Luis Cordeiro y a otros colegas promotores del transhumanismo vemos cómo la investigación corrió a pasos agigantados. Hablando del internet de las cosas dice: “… su perro estará conectado con su coche, con su nevera y con su cerebro. […] De hecho, los niños van a nacer ya con el cordón umbilical conectado a internet y lo primero que le van a decir a la mamá es que necesitan más banda ancha”. Habla de los experimentos de transmisión de pensamiento de cerebro a cerebro con humanos, y aclara –por si teníamos dudas—que la telepatía no es magia, ni brujería, ni ciencia ficción, sino leer los impulsos de un cerebro y transmitirlos a otro. En una de sus charlas presentó un lector de mente llamado Mind Wave, creado con la tecnología que utilizan en la Singularity University donde trabaja, con el que hace experimentos con sus alumnos. La maquinita tiene un electrodo, como si fuese un electroencefalograma, y captura lo que está pasando en el lóbulo frontal del cerebro, con una conexión de bluetooth para transmitir a otro cerebro o a un ordenador.
Pero esto va más allá: en el MIT están trabajando en los sentimientos de los robots, y Corea del Sur es pionera en asignar, por ley, derechos humanos a estas máquinas creadas por el hombre. En Canadá, Chile y otros países también se habla de leyes para proteger los derechos de los hombres máquina, o sea, de los transhumanos o humanos modificados.
Y como la ciencia está al servicio del poder oscuro y están obsesionados con el fin de la humanidad, también están tratando de crear un cuarto cerebro. Así, el cerebro reptiliano de los instintos, el límbico de las emociones y el neocortex de la inteligencia estarían complementados con la parte de nueva creación, denominada el exocortex exterior, algo así como una wifi para conectarse al internet planetario. Un mundo de locos creado a nuestras espaldas.
Todo parece planeado al milímetro para desposeer al hombre de su dimensión divina y, además, se jactan de ello. Haciendo gala de un cinismo arrogante, Cordeiro confesó que le encanta hablar de la mente, del alma y del espíritu, pero solo cuando tiene encima tres cubalibres. ¡Más frivolidad imposible! Sin embargo, esta ocurrencia tiene otra lectura, mucho más profunda y trascendente: cuando está “alegre” por el alcohol, aflora el subconsciente, la auténtica realidad, su yo profundo que le impulsa a hablar de la mente, el espíritu y el alma, los planos del hombre que realmente importan y nos conectan con nuestra esencia inmortal, muy superior a la inmortalidad soñada por medio de sensores y otros artilugios de los constructores de torres de Babel. ¡Pobres sabios ignorantes!
Los lectores que hayan tenido la paciencia de llegar hasta aquí, que deduzcan y saquen sus propias conclusiones.