La psicopatía afecta aproximadamente al 1% de la población general de los Estados Unidos y representan del 20 a 30% de los hombres y mujeres de la población carcelaria. Al compararlos con el grupo control, se encontró que los psicópatas son responsables de una cantidad desproporcionada de delitos repetitivos y violencia contra la sociedad.
Pero ojo, no todos los psicopatas son asesinos o delincuentes. De hecho el numero de psicopatas delincuentes, es mucho menor del que podriamos pensar. Los psicopatas comunes están ocupando los puestos de trabajo mas impensables, y son las personas mas encantadoras y simpaticas que conocemos, muchas veces.
Este último es quizá el síntoma más llamativo del denominado psicópata del que a menudo nos hablan en los medios de comunicación: la capacidad para actuar impunemente, totalmente desprovisto de emociones como la empatía o la culpa. Además de que la psicología clínica ya dispone de investigación empírica y de herramientas suficientemente eficaces para el diagnóstico de este tipo de trastorno de personalidad; la neurociencia arroja también, desde hace algunos años, importantísimos datos sobre la psicopatía, sus posibles orígenes orgánicos y su implantación a nivel cerebral.
Se encontró que los psicópatas tienen una deficiencia en su “cableado neuronal” que nos permite preocuparnos por las demás personas.
Los participantes en el grupo de alta psicopatía exhibieron significativamente menos activación en el área ventromedial de la corteza prefrontal, corteza orbitofrontal lateral, amígdala y la materia gris periacueductal del cerebro, pero más actividad en el estriado y la ínsula, en comparación con los participantes del grupo control, según el estudio.
La alta respuesta de la ínsula en los psicópatas fue un hallazgo inesperado, ya que es una región que está implicada críticamente en la emoción y en la resonancia simpática. Por el contrario, la disminución de la respuesta en la corteza prefrontal ventromedial y la amígdala es un descubrimiento coherente con la literatura neurocientífica. Esta última región es importante para la monitorización del comportamiento en curso, la estimación de las consecuencias y la incorporación del aprendizaje emocional en la toma de decisiones morales, y desempeña un papel fundamental en la preocupación empática y valorar el bienestar de los demás.
Si la conducta psicopática es manifiestamente reconocible a nivel psicológico, los neurocientíficos nos dicen que el cerebro psicopático también lo es. En concreto, un estudio publicado recientemente en la revista científica The Lancet Psychiatry revela que, ante tareas que implican aprendizaje, la actividad cerebral de un psicópata muestra diferencias considerables con respecto al cerebro de una persona “sana”.
Un equipo de expertos registró la actividad cerebral de un grupo de psicópatas (encarcelados por delitos violentos) y otros dos grupos de control (un grupo de presos también delincuentes violentos pero sin diagnóstico de psicopatía y otro grupo de personas consideradas “sanas” y sin ningún contacto con el ámbito penitenciario) mediante resonancia magnética funcional, mientras se solicitaba a los participantes en el experimento que realizaran una serie de tareas. En estas tareas se ponían en marcha procesos de aprendizaje en función de los cuales los sujetos experimentales podían recibir premios o castigos, ganando o perdiendo puntos en determinados juegos.
Entre los psicópatas primarios, según la definición clásica, sus rasgos se basan en la falta de empatía y remordimientos, pero también la facilidad de palabra, el narcisismo, la mentira patológica, la manipulación, los afectos superficiales o la incapacidad para aceptar la responsabilidad de sus actos. Eso sí, «son las personas que querrían tener al lado en una situación de peligro: son capaces de tomar decisiones cuando ustedes están helados de miedo». En los psicópatas secundarios los rasgos cambian. Necesitan estímulos fuertes, se aburren con facilidad, son más impulsivos, irresponsables y tienen un pobre autocontrol, entre otros rasgos.
La falta de miedo y de empatía, sin embargo, no les impide distinguir qué está bien y qué está mal. Racionalmente son capaces de distinguir perfectamente entre ambas y del daño que causan. «Saben lo que están haciendo, pero con demasiada frecuencia tendemos a quitarles responsabilidad», dice el director del ICFS. Una consideración crucial a la hora de juzgar sus actos: por ello, en la mayoría de los tribunales está arraigada la premisa de que la psicopatía no merma la culpabilidad.
Los psicópatas “no miden el peligro de sus acciones, por lo que se encuentran vinculados al peligro, carecen de tolerancia a la frustración y suelen reaccionar con mucha violencia cuando no tienen del otro lo que quieren”.
EN CONCLUSION. Sus rasgos mas comunes:
Narcisistas: El psicópata tiene además, una autoestima muy elevada, un gran narcisismo, un egocentrismo descomunal y una sensación omnipresente de que todo le es permitido. Se siente el centro del universo.
Fríos: No experimentan ninguna preocupación por los efectos de sus actos en los demás y, en ocasiones, lo manifiestan claramente. Esta falta de remordimientos y sentimientos de culpa lo lleva a tener una conducta "fría" y distanciada emocionalmente.
Mitómanas: Además, tienen mucha dificultad en ponerse en el lugar de los demás (empatía), y suelen mentir, engañar y manipular con el objetivo de salirse con la suya.
Impulsivos: A nivel conductual suele ser una persona impulsiva, que no valora los pros y los contras de sus actos. Esta misma impulsividad lo lleva a un deficiente control conductual, es extraordinariamente reactivo a lo que él considera que son las provocaciones o insultos, que no se consideran como tal por otras personas, actuando con violencia física y verbal, normalmente desproporcionada a la "ofensa" sufrida. No posee la capacidad de inhibir su respuesta que generalmente suele ser muy agresiva, tanto física como verbalmente.
Adictos a la adrenalina: Siente, además, una necesidad de excitación continuada, lo que le lleva a realizar todos los deportes de riesgo posible, y a consumir distintas drogas por sus efectos eufóricos, sin valorar en ningún momento las posibles consecuencias negativas.
Irresponsables: Encontramos también una falta de responsabilidad, tanto individual, como cuando varias personas dependen de él, por ejemplo, empleados o familiares, estos últimos se presentan, en ocasiones, como obstáculos para poder realizar sus deseos, lo que lo lleva a conductas agresivas. La vuelta al hogar se siente como un descanso para reponer fuerzas, más que como una forma de convivir con la familia.
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